dissabte, 23 d’octubre del 2010

La carxofa


Me gusta la alcachofa, aparentemente sólo es un silencioso vegetal, que pasa inadvertido en el fondo de la despensa. Puede pasar tanto tiempo en la cesta de verduras de encima de la mesa que te olvidas de su presencia.

Sabe mejor en otoño, cuando las hojas invaden el suelo, los días se hacen algo más cortos y la brisa fresca arrastra las nubes y la humedad para dejar paso a un sol más suave, que nos acaricia las mejillas entre las ramas ya medio desnudas.

La alcachofa lo observa, tan resistente al paso de los días, y las semanas. Madurando tranquila, sólo un tanto más oscurecida, más firme, más clara y compacta.



Su verdadero secreto, su magia está dentro. Un corazón suave, blanco, rosado, tierno.

El sol i la tierra le han dado mil velos para ocultar su interior, retirando una a una las hojas sabes que a cada paso lo mejor está por venir. Y cuando llegas al centro, un sabor único amargo y salado y dulce te deja una sensación que puedes recordar una eternidad.

Pero la alcachofa es tambén exigente. No combina con cualquier cosa, con el agua nos llena la boca de un sabor ferruginoso en cambio con un buen vino...mmm...Es su manera de decir que sólo lo único, lo diferente y genuino le es buena compañía.

Suave, simple, sencilla, secreta, discreta y mágica... Si fuese una botella de vino escogería una alcachofa.