divendres, 7 de juny del 2013

Teresa, Tomás y el café.

En un mundo plagado de fervores se encuentran Teresa y Tomás.

Ella es agua, todo la inunda, es tan común y normal, no esconde ningun misterio, pero puede ser furiosa y plácida, fría o hirviente. Se mimetiza con sus acompañantes, se adapta a jarrones, tazas y vasos sin importar el color o el tamaño.
A veces distraída se ensucia, pero los sedimentos pronto van al fondo y desaparecen.
Algunas veces piensa que conecta con los otros porque ellos tambien son agua, todos estamos formados por agua en cada célula. Así siente las vibraciones de los demas y les comprende y le resuenan. Se derrama, se evapora, se transforma, se congela, se deshace, ...  Sólo que al final, en su transparencia y nitidez sigue siendo sólo agua.

Tomás es como los granos de café. Es intenso y duro. A veces incluso amargo. Tiene la superficie lisa y brillante de las semillas tostadas al sol de la vida. Tomas tiene un aroma espespecial, el aroma de quienes son únicos. Distintos. Lo ve todo desde ese prisma, desde la claridad de quien es firme en su esencia y principios. Tomás no se mezcla con nada ni con nadie, puede entrar en una sala llena de granos de arroz, pero al salir por la puerta, el tamiz no falla, filtra sólo los granos de café, y no son muchos.
Si se cae al suelo rebota, apenas se entera. Él cree que sólo los granos de café sirven para algo. Habla con desdén del trigo, la cebada, las legumbres o las pipas. No se da cuenta de que tienen otros destinos, otros dones.

Teresa y Tomás se encuentran en el tiempo y el espacio. Ella lo envuelve, lo submerge, lo empuja y atrae, incluso a veces le cubre dejándole sin aliento. Él cree permanecer inmóbil, latente y recogido, cual observador inerte. Pero, sin apenas darse cuenta, no deja de emanar su aroma, de aflorar su sabor, sólo desde la piel. Cuando ella se evapora el aroma se torna más fuerte, más atrayente. Como si el aire caprichoso soplase sutil pero efectivo para transportarlo.

Teresa y Tomás no se pueden fundir. No pueden avanzar. No sirve de nada que permanezcan en este estado.
Sólo el fuego puede convertirlos en algo sublime, hervir, ferver. Sólo así pueden dejar de ser quienes eran para ser algo nuevo. Una tacita de café, sencillo pero fuerte, que aporte algo a quién se acerque, sabor, alegría, calor.

Sólo el fuego.